En un comunicado oficial, Sibanye informó que el rescate se realizó luego de exhaustivas inspecciones de seguridad y reparaciones en el Pozo 7, dañado por una apertura inesperada en una compuerta de descarga de rocas. “Antes de permitir la evacuación, se realizaron evaluaciones rigurosas de la integridad estructural del pozo y se completaron las reparaciones necesarias”, explicó la compañía.

La empresa añadió que, según sus análisis, la opción más segura fue mantener a los trabajadores en sus respectivas estaciones subterráneas, en lugar de utilizar las rutas de evacuación de emergencia, que habrían implicado desplazamientos largos y riesgosos a pie por túneles profundos.

El primer grupo de mineros emergió a la superficie a las 13:30 hora local (11:30 GMT) del viernes, y el último grupo lo hizo a las 19:30 (17:30 GMT), completando así una operación de rescate que se extendió por más de 20 horas. Todos los trabajadores rescatados recibirán atención médica si así lo requieren, aseguró la minera.

Tensión y críticas por la gestión del incidente

Pese al desenlace exitoso, el episodio estuvo marcado por tensiones entre la empresa y el Sindicato Nacional de Mineros (NUM), que expresó dudas sobre el manejo del incidente y la falta de información transparente desde un inicio.

“No tenemos confirmación de que los trabajadores hayan tenido acceso real a comida y agua durante las horas en que estuvieron atrapados”, declaró el portavoz sindical Livhuwani Mammburu, quien también cuestionó que la empresa no informara públicamente del suceso hasta después de que el sindicato lo comunicara a los medios.

El accidente ocurrió alrededor de las 22:00 hora local del jueves (20:00 GMT), y según el sindicato, la comunicación con los trabajadores fue limitada en las primeras horas.

Un nuevo llamado de atención sobre la seguridad minera

Los accidentes en minas continúan siendo un problema persistente en Sudáfrica, país que alberga algunas de las minas más profundas y antiguas del mundo. La industria se ve desafiada por el envejecimiento de la infraestructura, la presión sobre los costos y las condiciones laborales en un contexto de declive económico del sector aurífero.

Este incidente recuerda el trágico caso ocurrido en enero, cuando se recuperaron 78 cuerpos de mineros ilegales en la mina Buffelsfontein. Aquel episodio, que reveló las condiciones extremas de los llamados zama-zamas (término zulú para quienes “se arriesgan” o “lo intentan de nuevo”), generó una ola de indignación nacional y reabrió el debate sobre la minería informal y la responsabilidad del Estado.

En esa ocasión, 246 mineros ilegales fueron rescatados tras meses de encierro forzado por mafias que controlaban las galerías, y otros 10 mineros fallecieron posteriormente, elevando el saldo mortal de una tragedia que aún sacude la conciencia pública sudafricana.